La Tecnología de la Información y de Comunicación proporciona herramientas imprescindibles en el campo de la educación, en sus múltiples facetas interdisciplinares, así como en el tratamiento de diversos trastornos psicológicos. Ofrece recursos de apoyo, promueve el aprendizaje activo y la interactuación entre alumnos; potencia nuevos conceptos de gestión del conocimiento en colaboración con los padres. No obstante, la realidad de nuestro entorno debe hacernos reflexionar sobre su impacto en el complejo proceso educativo, tanto en el ámbito escolar, en el que están íntimamente involucrados la autoridad docente, los modelos culturales y el desarrollo cognitivo y emocional del alumnado, como en el familiar, donde tiene lugar la parte más esencial de sus vivencias. Se trata de aprovechar las ventajas tratando de evitar los posibles daños psicológicos de la dependencia excesiva de algunos reclamos y otras consecuencias negativas asociadas a lo que se denomina hiperconectividad a las nuevas tecnologías. Su aparición precoz en las primeras etapas plantea la necesidad de abordar el problema desde la perspectiva de la Psicología Educativa y la Medicina.
“La Enfermería Escolar llega a las aulas… “Adictos a las sombras”… ¿Es normal que mi hijo duerma con el móvil encendido, que mande 400 whatsapps al día? ¿Tendrá problemas de adicción al ordenador? ¿Se siente tu hijo inquieto, malhumorado, deprimido, o irritable?… “No es fácil enfrentarse a la primera generación que aprende, se divierte y socializa en Internet”… “Se considera necesario potenciar los aspectos psicosociales y diversificar la periodicidad de los controles en función del riesgo (AEPAP)”; “Para llevar a cabo el proyecto educativo en la escuela de hoy, es fundamental la ayuda de nuevas tecnologías audiovisuales; se implican facultades esenciales del individuo que exigen el mayor desarrollo posible si queremos sacar provecho de todo su potencial”.
Todas estas manifestaciones reflejan tanto la relevante presencia de la tecnología en nuestras vidas como el nivel de preocupación que algunas de sus aplicaciones, con su permanente oferta de nuevas funciones especialmente atractivas para la población más joven, generan en todos los ámbitos sociales. No obstante, debemos ser cautos al hablar de adicciones. En muchos casos se trata de uso desordenado de ciertos medios que, si bien facilitan las relaciones a través de las redes sociales, producen, paradójicamente, un efecto restrictivo de la comunicación verbal. La práctica de muchos juegos colectivos se ha reducido al ámbito y horario de los patios escolares. En su lugar, móviles, televisión, videojuegos, han venido a ocupar buena parte del espacio y el tiempo de ocio infantil, estimulando la imaginación, la capacidad cognitiva y las habilidades en el manejo de los artilugios de la tecnología moderna, aunque limitando en cierta medida la función socializadora que cumplen los juegos comunitarios. La televisión goza de amplia aceptación social y ocupa un lugar destacado entre las preferencias de nuestros hijos para su entretenimiento. En algunas casas llega a adquirir rango de miembro familiar jugando un indudable papel de interlocución globalizadora, gracias a su virtual función interactiva que tanto se propicia en estos días en el campo de la comunicación digital, pero suplantando la conversación parento-filial afectiva, tan mal aceptada a veces, tan necesaria y enriquecedora siempre, que permite ahondar en el conocimiento de la experiencia cotidiana que va modelando la personalidad de nuestros hijos. La alternativa no es una desconexión radical sino una adecuada planificación del tiempo que pasan frente a una pantalla. Ciertamente, no hay niño que no se conmueva con las apasionantes aventuras de sus personajes favoritos, pero aun siendo un recurso válido e instructivo, es una más entre tantas opciones de que disponemos para entretener y educar, siempre pensando en que la mejor de todas es la que un niño crea con su mente, elabora con sus manos y alimenta con su poderosa imaginación. Aparte de consideraciones sobre la fabricación de componentes de la tecnología actual, es innegable el valor psico-pedagógico de ciertos productos que, bien utilizados, complementan eficazmente un plan equilibrado de actividades lúdicas. Según algunos estudios, la cantidad de tiempo de nuestra vida que pasamos frente a una pantalla sería un primer paso hacia una dependencia de este medio. Sin embargo, madres y padres conscientes de la importancia de la educación positiva, utilizamos muchas veces la televisión a la hora de planificar la organización del tiempo dedicado a nuestros hijos. No obstante, los posibles efectos nocivos de cierta programación pretendidamente infantil, que tantas veces achacamos a las imágenes cargadas de agresividad gratuita, de sometimiento machista, de premios de dudosa oportunidad o valía, justifican un control selectivo y una supervisión constante de contenidos y de otros recursos de comunicación digital que se han hecho prácticamente indispensables. Una amplia gama de dispositivos multimedia tientan al público infantil con una variada oferta de juegos y sobre todo con una poderosa estructura que establece nuevas reglas de interrelación personal. Otro tanto puede decirse de los videojuegos. Por su accesibilidad se han convertido en recurso de entretenimiento preferente, especialmente en la etapa de la adolescencia. Es fácil para nuestros hijos identificarse con algunos protagonistas, emular sus pautas de conducta y admirar el éxito de sus aventuras. Si hablamos de ser más avanzados, probablemente pensaremos en esa tecnología experiencial que nos permite dominar el mundo de las redes sociales, pero si nos preguntamos qué nos hace ser humanos, no dudaremos en pensar en nuestra capacidad de amar y sentir emociones. No hay una respuesta unívoca a los interrogantes que se nos plantean de cara al futuro de nuestros hijos. Queremos que todo producto de la Inteligencia se invierta en Formación, que no se convierta en un lastre que les impida tomar decisiones y elegir por sí mismos los tiempos y espacios adecuados para su uso, que nunca pierdan de vista las experiencias personales y la dimensión humana que hay detrás de cada conexión. Es necesario, por tanto, poner el acento en la influencia de los medios de comunicación, en la conducta ejemplarizante de la familia, de tutores y de todos los que de un modo u otro influimos en los procesos de formación, siendo conscientes de que es fundamental potenciar la creatividad y las habilidades y destrezas en el manejo responsable de las herramientas tecnológicas, aplicadas al servicio de una economía del conocimiento, buscando por encima de todo el desarrollo armónico integral en el marco de unas sanas relaciones sociales.