Reflexionando sobre un asunto que no es precisamente superfluo, dada la proliferación de casos de disfunción visual que se dan en la actualidad, un amigo me hizo caer en la cuenta de que eso de ver la paja en el ojo ajeno no es sólo una sentencia popular, ni una moraleja como la de la paradoja del cuento del barbero, sino que es uno de los comportamientos más significativos del ser humano. Obrar de este modo muestra una notoria incapacidad para admitir la evidencia de las propias limitaciones. Es, además, uno de los síntomas más patéticos de una actitud de revancha que a menudo preside nuestras relaciones personales. La lucha por la permanencia en el puesto que ocupamos en nuestro entorno social está marcada por una notable tendencia a buscar el punto flaco de quien puede hacernos sucumbir o, al menos, tambalearnos. En tanto que la viga en nuestro ojo nos parece insignificante y procuramos mantenerla oculta de miradas indiscretas, con frecuencia disfrazamos la percepción del bálago ajeno de oportuna y amable advertencia a su portador, apresurándonos, incluso, a dar cuenta de su existencia a quienes están dispuestos a sobredimensionar su tamaño hasta convertirlo en grueso leño. ¿Será que observando los de otra persona es más fácil disimular nuestros propios defectos?
Cualquier objeto extraño en el ojo es doloroso para quien lo soporta, y salta a la vista de cualquier observador minucioso que esté dispuesto a extraerlo. La mente, en cambio, se resiste a ser analizada. Convertir la maraña de nuestros pensamientos en una urdimbre defensiva para ocultar aquellos que deberíamos expulsar, o al menos depurar, no es una opción acertada. Tampoco lo es evitar que un experto nos ayude a deshacer el ovillo enredado de nuestra mente, aunque no es fácil permitir que alguien tire del cabo apenas visible, sobre todo cuando puede confundirse con una terminación extremadamente sensible al tacto y por tanto al dolor. Si queremos aliviar el sufrimiento y mejorar la visión, los instrumentos para extraer la molesta pajita de un ojo han de ser manejables y seguros, y si se trata de localizar el hilo de un enredo mental, la herramienta ha de ser, además, altamente especializada.