En la relación con nuestro entorno vital tendemos, a veces, a proteger celosamente los rincones más recónditos de nuestra mente, a salvo de incursiones externas. Tanto es así, que incluso nos resistimos a abrir la puerta de nuestra conciencia por temor a que nos invadan pensamientos prestados que suplanten impunemente nuestra propia producción. Como si de un disco duro se tratase, estamos continuamente organizando el espacio, eliminando inoportunas sugerencias, guardando aquellas que podrían constituir el núcleo de una nueva idea dinamizadora de nuestra conciencia grupal y de nuestra maduración personal. Los psicólogos sabemos que el deseo de recordar historias discretamente guardadas en los pliegues de la conciencia no impide tomar la decisión de formatear parte de la memoria, evitando que surjan algunas imágenes, soterradas bajo capas de cenizosa edad acumulada, evocadoras de ídolos que fueron erigidos en un tiempo en que fue necesaria su presencia para reforzar la experiencia espiritual. Albert Ellis puso el acento en la reestructuración cognitiva, que implica un análisis de las creencias, desechando todo aquello que se aleja del pensamiento racional. Este enfoque básicamente práctico debería impulsarnos a seguir adelante sin rendirnos, con la convicción de que son los hechos los que nos definen. Dentro de nosotros está la fuerza necesaria para convertirnos en el personaje real que queremos llegar a ser, dando sentido al mandato de superación que todo ser vivo tiene grabado en sus genes. Tenemos derecho a soñar con ser héroes de nuestra historia personal. Depende de nosotros hacer que nuestros sueños se cumplan. Aunque no estamos solos, siempre está a nuestra disposición a un especialista en el cuidado de la psique, para ayudarnos a estimular los activos de nuestra mente. Depurar nuestro ideario; reconocer el valor imprescindible de las personas de nuestro entorno; comprometernos con nuestra formación continua; todo forma parte de ese proceso. Con frecuencia llegamos al cumplimiento estricto de nuestras cotidianas tareas, pero si hacemos lo que debemos con generosidad, podemos exhibir una imagen poderosa de lo que somos, clave para nuestro avance ético individual y colectivo.