Si nos preguntamos acerca de la auténtica personalidad de los actores de una película o de una obra de teatro, que logran que la historia contada parezca tan real como la vida misma, quizá descubramos que es menos arriesgado ponerse delante de una cámara o representar un papel sobre el escenario que afrontar la cruda realidad cotidiana sin más focos que una mirada introspectiva. Podríamos hablar de la verdad y de la ficción, de la ansiedad ante el fracaso y el declive profesional, de la doble cara de la existencia. Un gesto, unas palabras pueden significar lo contrario de lo que se ve o se oye. Una buena actuación provoca en nosotros la manifestación espontánea de nuestras emociones y sentimientos más básicos, respondiendo al estímulo de estereotipos universales que encarnan nuestras pasiones, nuestra manera de pensar, nuestras creencias. La mente registra las imágenes con tal realismo que no es fácil sustraerse al deseo de suplantar tal o cual protagonista, imaginando un guión alternativo para escenificar nuestra propia existencia. Se admira a algunos actores por sus representaciones, sin importarnos su auténtica calidad humana. A otros, en cambio, se les critica su conducta personal cualesquiera que sean los papeles representados. ¿Pero acaso conocemos la verdad? Hay auténticos maestros en el arte del fingimiento, y en la práctica no es fácil desenmascarar a los que viven de forma distinta de su modo de escenificar un determinado rol. Aunque un rictus de la boca puede delatar la identidad del que se oculta detrás de la máscara, desvelar la verdadera identidad de un farsante exige una gran dosis de perspicacia. Es frustrante, después de todo, descubrir que la doblez de una cara es fiel reflejo de una personalidad suplantada que no pertenece al que la lleva encima, aunque solo sea prestada. Aunque en las fantasías oníricas se crean espacios en los que la imaginación de cada cual da rienda suelta a la realización de las hazañas del héroe que todos llevamos agazapado en el subconsciente durante gran parte de nuestra vida, es bueno despertar y buscar con ahínco la verdadera cara de las personas mientras mostramos la nuestra sinceramente.