¿Somos víctimas de las decisiones ajenas? ¿Se trata de un proceso de evolución natural hacia lo que se podría llamar sociedad teledirigida? A lo largo de la historia del ser humano han surgido diversas formas de organización social basadas en la subordinación de la conducta.Una de sus formas de expresión, la obediencia ciega a las pautas del pensamiento ajeno puede llegar a degenerar en servidumbre, o cuando menos en un modo de vivir irresponsable de los actos propios acatando sin discusión las normas de líderes que se erigen en autoridad indiscutible.
Sin embargo, somos libres para pensar. Podemos elegir. Nuestro albedrío nos permite tomar decisiones tan importantes como la elección del mejor modo para lograr el sustento cotidiano sin reprimir la improvisación de nuestro instinto de supervivencia, si bien en ocasiones nos lleva a reducir las normas a su mínima expresión, simplificando la conducta al binomio bueno / malo para seguir vivos, haciendo caso omiso de las reglas de juego sociales. ¿O hemos de pensar que es, como algunos dicen, solo un mero ruido en nuestra mente?
En el complejo ámbito de las relaciones humanas hay algo más que las leyes y los individuos que las dictan. Son las pautas que nacen del auto-conocimiento. En la difícil tarea de conocernos juega un papel decisivo la inestimable ayuda de quienes están junto a nosotros para ayudarnos a reconocer nuestros límites y valorar nuestros activos. Tampoco debemos olvidar la influencia de otras personas que giran a nuestro alrededor, como si de asteroides se tratase, en órbitas impredecibles, y que en un momento dado pueden acercarse e impactar en nuestras vidas con efectos tan distintos como lo es la naturaleza de su personalidad. No se trata de ponerse a la defensiva contra este impacto, sino de estar preparados con nuestras ideas y con las herramientas de nuestro pensamiento entrenadas para discernir cuáles son beneficiosos y, por tanto, aprovechables, distinguiéndolos de aquellos otros que se presentan sutilmente recubiertos de aparente solvencia aunque en realidad están vacíos de contenido. Estos son los que debemos rechazar decididamente para seguir nuestras propias pautas de comportamiento.